viernes, 19 de febrero de 2016

LAS CAMPAÑAS ELECTORALES DE ANTAÑO (1961)


En estos meses de campaña electoral hay una serie de hechos incomprensibles para quienes participamos en campañas décadas atrás. Entre otros, lo que definitivamente no entiendo, está la necesidad de cuantificar en soles todo lo que se hace. He leído o escuchado ¿cuánto cuesta cada pinta?, ¿cuánto cuesta cada persona que volantea en tal o cual zona?, ¿cuánto cuesta participar en una movilización?, ¿cuánto cuesta cada taxi para llevar banderas partidarias? entre otras frases similares. Pero más aún, parece de sentido común entre quienes hacen preguntas a candidatos o dirigentes partidarios preguntar por estos costos.
No me llama la atención que se calcule el valor de la propaganda en televisión, radio, periódicos o revistas. Eso siempre costó. Pero lo otro, antaño correspondía a actividades propias de los militantes o simpatizantes de los partidos políticos. Claro, el partido financiaba la emisión de volantes o facilitaba –no siempre- la pintura y sólo en las extensas giras, cubría los gastos de los activistas, quienes por cierto eran voluntarios. Salir una noche de pintas no significaba gasto alguno y si algún café se tomaba era con fondos propios o de los camaradas que por estar ya trabajando invitaban.
Mi experiencia entre los años 1959 a 1971 en los que milité en el Partido Demócrata Cristiano o entre 1976 a 1991 en que lo hice en el Partido Socialista Revolucionario, revela que la actividad política era voluntaria. E incluyo expresamente a los activistas en campañas electorales que no eran otros que los militantes, quienes daban las horas de su descanso a la actividad política y, más bien, colaboraban con una cuota mensual para el sostenimiento de la organización. Pero así como las actividades eran voluntarias, las decisiones importantes eran colectivas. De tal manera, que aunque se podrá tocar más extensamente en otra oportunidad, debo señalar que ambas renuncias partidarias que hice -en 1971 y 1991- no fueron producto de decisiones personales sino colectivas, es decir, del convencimiento de un grupo importante que consideraba en determinados momentos que ya no resultaba posible continuar en una organización. Y en ambos casos… cuando no había ninguna elección a puertas.
CORNEJO CHÁVEZ CANDIDATO PRESIDENCIAL

Pero volvamos a las campañas electorales de antaño. Héctor Cornejo Chávez, en ese momento un brillante diputado, fue elegido candidato presidencial del PDC para las elecciones de 1962 en un Congreso Extraordinario a inicios de mayo de 1961. Junto a él se eligieron al también diputado y notable jurista y filósofo Mario Alzamora Valdez, como candidato a la primera vicepresidencia y a Rafael Cubas Vinatea, dirigente partidario en Huánuco, como aspirante a la segunda vicepresidencia. Al momento de ser elegida la fórmula presidencial Cornejo tenía 42 años, Alzamora 51 y Cubas 39.

El entusiasmo por la candidatura entre la militancia del partido, principalmente entre los jóvenes, no significó olvidar que una campaña electoral necesitaba financiarse. Bastante menos en ese entonces que actualmente, pero requería dinero. Y en la DC eso no sobraba. El grueso de sus fondos lo constituía el 10% del ingreso mensual de sus 17 parlamentarios, pero también de las cuotas de los militantes que fijaban el monto voluntariamente pero cuyo cobro se realizaba mensualmente. Yo cuando que me inscribí fijé en 20 soles mi aporte que era muy poco pero estaba acorde con mi condición de estudiante.

Las elecciones estaban programadas para el 10 de junio de 1962, pero la escasez de fondos obligaba también a hacer una campaña más larga, ya que no habría traslados en avión, ni siquiera en automóviles o camionetas especialmente preparadas. De allí que se decidió ese mismo mes de mayo iniciar la campaña.

CAMPAÑA ELECTORAL SE INICIÓ MÁS DE UN AÑO ANTES

Manuel Odría quien había nacido en Tarma, importante ciudad del departamento de Junín, decidió por esos días intentar su nueva elección e iniciar sus giras de campaña por Huancayo, capital del mencionado departamento. Pero los huancaínos se acordaban que al final de su gobierno para poder inscribir listas parlamentarias independientes en las elecciones de 1956 tuvieron que realizar intensas movilizaciones y soportar una fuerte represión. Por esa razón, cuando el miércoles 17 de mayo Odría y su comitiva llegaron a la ciudad, numerosos contra manifestantes lo esperaban a la entrada de la ciudad para abuchearlo. De pronto una pedrada salió desde la multitud y dio en la frente, muy cerca del ojo izquierdo del otrora férreo dictador.

Los sucesos de Huancayo, para el PDC que había sido implacable censor de la gestión del ex dictador, definieron cuál sería el lugar de inicio de la campaña presidencial de Cornejo: Huancayo. En esa primera gira tuve ocasión de participar. Recuerdo que antes de salir de mi casa guardé cuidadosamente una copia de mi partida de nacimiento porque no tenía otro documento de identidad, considerando que en esa época la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años y yo aún no cumplía los 19.

Un grupo de cuatro o cinco viajamos en un ómnibus interprovincial toda la noche hasta llegar a Huancayo. Alguno tenía una bolsa para pagar algunos gastos y por eso tomamos desayuno en un café que quedaba en la Plaza Constitución, entonces casi de la mitad del tamaño que tiene hoy. A las ocho de la mañana nos dirigimos a un depósito que la minera Cercapuquio, cuyo gerente Aurelio Miranda había dado instrucciones al encargado de darnos alojamiento y movilidad.

Miranda, aunque cajamarquino de nacimiento había trabajado durante décadas en minas de Junín y era el principal impulsor del Partido Demócrata Cristiano en el departamento. En el plano profesional era un reconocido ingeniero de minas que había presidido en dos oportunidades convenciones nacionales de sus colegas, había dirigido el Instituto de Ingenieros de Minas y en esos momentos, era presidente de la Sociedad de Ingenieros del Perú. Al mismo tiempo era un ferviente impulsor de la creación del Colegio de Ingenieros del Perú y sería en 1962 su primer decano nacional. En 1963 fue elegido diputado por Junín en la lista de la Alianza de Acción Popular con la Democracia Cristiana.

Pero regresemos a mayo de 1961, El empleado nos mostró lo que alguna vez había sido una pequeña oficina administrativa. Tenía unas cinco o seis camas, felizmente con ropa de cama bastante gruesa, unos cuantas repisas como para acomodar los maletines y un medio baño. Aparentemente, no tendríamos dónde bañarnos en los cuatro o cinco días que permaneceríamos en la ciudad… Nuestro alojamiento quedaba en la avenida Ferrocarril y estábamos a unos diez metros de la vía férrea. Pero un poco más allá, si seguíamos por la avenida Giráldez unas cuatro o cinco cuadras llegábamos a la Calle Real, la principal arteria de la ciudad.

La camioneta sí era bastante cómoda y nos serviría mucho. De día para perifonear anunciando la llegada de Cornejo Chávez mientras lanzábamos volantes, tanto en la ciudad como en los distritos cercanos. De noche para trasladarnos con pintura para realizar pintas propagandísticas en cercos en la carretera o grandes paredes en la afueras de la ciudad.

TODOS LOS MILITANTES COLABORABAN

Poco después nos encargamos de buscar a los dirigentes partidarios. Recuerdo al secretario general del comité departamental, de apellidos Zárate Jurado abogado que creo se acercaba a los 60 años. Y a otros dos dirigentes, ambos de alrededor de 35 años Gonzalo Libaque y Juvenal Acuña. Nos indicaron que teníamos contratada una pensión cercana a nuestro alojamiento -de una familia Balbín si no me equivoco- donde contaríamos con desayuno, almuerzo y comida. Pactamos una reunión para después de almuerzo, donde además de ellos y algunos otros dirigentes participaron jóvenes DC como Fernando Salinas, Javier Ríos y Ronald Espezúa, los tres estudiantes de arquitectura. Hicimos las coordinaciones necesarias para el trabajo de los siguientes días.

Esa primera noche el operativo para preparar el primer mitin de la campaña comenzó a caminar con el esfuerzo de todos. Decenas de militantes llegaban al local en el segundo piso de una casona situada en la Calle Real cerca del cruce con Giráldez, creo que en ese momento las dos avenidas más importantes de la ciudad. Algunos indicaban que los grandes tarros de pintura los habían dejado en la entrada. Estaba claro que todos aportaban en función a sus posibilidades y de acuerdo a lo que antes de nuestra llegada habían planeado minuciosamente.

Cuando a las once de la noche iniciamos las pintas no éramos los cuatro o cinco que habíamos llegado en la mañana sino unos ocho más. No teníamos sólo una camioneta sino dos, además de un auto. Contábamos con pintura y brochas y principalmente entusiasmo. Nos dedicamos unas cuatro horas a pintar y antes de despedirnos del grupo invitamos un emoliente caliente en alguna esquina de la Calle Real.

En varias oportunidades pasábamos por el restaurante “Olímpico” que estaba en la tercera cuadra de Giráldez -aunque actualmente queda en la primera- y sabíamos que allí se comía muy bien. El último día, como despedida a quienes habíamos viajado desde Lima, un dirigente huancaíno –quien seguramente notó la cara que poníamos al pasar por allí- nos invitó y comprobé que era un restaurante excelente. Las más de veinte veces que desde entonces he estado en la ciudad creo no haber dejado nunca de entrar allí, aunque creo que en una etapa dejó de funcionar.

En los dos o tres días siguientes, tratábamos de alcanzar el desayuno en la pensión, en las mañanas repartíamos volantes y perifoneábamos en distritos de la provincia situados a ambos márgenes del río Mantaro y que estaban entre media hora y una hora de distancia. En la tarde descansábamos algo después de almuerzo y perifoneábamos a partir de las cinco de la tarde para seguir con las pintas hasta cerca de la medianoche y acabar en la madrugada con emoliente, si era más tarde, con caldo de cabeza o de mondongo que en las afueras de los mercados comenzaban a vender desde la cuatro de la mañana cuando comenzaban a llegar los primeros vendedores.

TRABAJO COLECTIVO, MITIN EXITOSO

La llegada de Cornejo, me parece que un sábado, se produjo seguido de una caravana de autos con banderolas pertenecientes a militantes o conocidos de ellos, a nadie se le ocurrió contratar vehículos. No estoy seguro si fueron diez, doce o dieciocho autos, lo que si recuerdo es que en todos iba manejando o al lado del chofer, un rostro que yo había visto en las reuniones en el local en los últimos días.

El mitin resultó un éxito. El discurso del candidato presidencial fue una demostración de la brillante oratoria que quienes habíamos llegado de Lima le conocíamos, pero que causó la adhesión total de los militantes huancaínos y el entusiasmo de los miles de asistentes al mitin que se realizó en la Plaza Huamamarca.

Lo más significativo es que en la reunión partidaria que luego se organizó todos estábamos satisfechos porque todos habíamos hecho lo que estaba a nuestro alcance. No había dirigentes que tenían “sus” activistas, nadie estaba sacando cuentas de cuánto había costado movilizar a los manifestantes, ya que habían llegado con sus propios pies, interesados por escuchar a un novísimo candidato o por curiosidad de saber cómo era. Las pocas banderolas puestas junto al austero estrado demostraban que los lemas estaban correctamente planteados pero ejecutados artesanalmente con calidad muy diversa.
ALGUNAS ANÉCDOTAS

Terminemos con tres anécdotas de ese viaje…

La primera sobre el ya mencionado “Olímpico”. Cerraba a las diez de la noche y a esa hora al lado de la puerta, se encontraba una ordenada fila de canillitas y vendedores de periódicos. Cuando salían los últimos comensales, ingresaban a ocupar las mesas y eran atendidos por los mozos como si se tratara de los más importantes clientes. No había nunca comida que quedara para el día siguiente. Se decía que el dueño, Juan Garay, quien era conocido como el "padre de los pobres" había sido canillita en su niñez. En todo caso el dueño –bajo, grueso y calvo, en mis recuerdos- siempre estaba presente y preocupado por la atención de los comensales. Décadas después, cuando eran los hijos los que administraban el restaurante, la tradición de atender gratis a los niños trabajadores se mantenía.

La segunda: sí nos pudimos bañar en Huancayo. Muy cerca del nuestro alojamiento en la calle Cusco o la calle Puno había baños públicos. El único problema es que agua caliente no salía de termas sino de calderos que debido a las horas inusuales en que acudíamos, muchas veces demoraba en calentarse o no había forma de graduar la temperatura. Por cierto el pago de este servicio corría por cuenta de cada uno, así como también los varios cafés que en esos días tomamos.

La tercera: una noche la policía detuvo a uno de los grupos que estaban pintando. Mientras analizábamos qué podíamos hacer, alguien se acordó haber visto al joven diputado DC y médico Ricardo Núñez Vidalón ingresando al Hotel de Turistas. Hacia allí nos dirigimos, averiguamos el número de habitación y lo despertamos a las dos de la mañana. Nos pidió que lo esperáramos en el lobby del hotel y luego de unos minutos bajó con cara de pocos amigos que minutos después se había esfumado. Fuimos a la comisaría, habló con los encargados y poco después los tres o cuatro detenidos fueron dejados en libertad. Le agradecimos la gestión, lo acompañamos hasta el hotel y nos despedimos, diciéndoles “se acabaron los problemas” a lo que él asintió con una medio sonrisa. Apenas entró al hotel quien había estado conversando con él durante el camino de regreso nos dijo: “los problemas se acabaron para nosotros, pero no para él…” y ante nuestra silenciosa expectativa añadió: “…le interrumpimos su luna de miel”.

Como se podrá ver con este relato, las campañas electorales antes eran bastante distintas que las actuales.

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